sábado, 22 de diciembre de 2007

Erase una vez

Erase una vez

Erase una vez unos ojos perdidos
Escondiéndose en la neblina de la mañana
Aferrándose a la sombra de la tarde
Apoyado en un árbol viendo morir el sol

Erase una vez unos ojos torpes
que solo miraban el gris del pavimento
que no se levantaba pues el peso de su pena lo obligaba
y que no recordaba por estar cansado de recordar

Erase una vez unas manos
Tiernas y delicadas, delgadas y bonitas
Que se apoyo en los hombros del portador de los ojos
El calor tibio de un vino dorado recorrió su cuerpo
Y ya no quiso estar más perdido

Erase una vez unos labios
Que dejó sin aliento al que esto escribe
y cuyos ojos buscan ahora con tanto afán
Como antes buscaba la neblina, las sombras de la tarde y la agonía del sol

Erase una vez unos ojos torpes
Que no quiso seguir mirando mas arriba
Pues las manos y los labios que contempló
Le presagiaron un encuentro con otros ojos

Y supo que se perdería por esos ojos

Edwalf

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